lunes, 24 de septiembre de 2012

Un número


  "¡Dios mío, Dios mío!
 ¿Por qué me has abandonado?"
(Tehilim / Salmos 22:2)      



No es que quiera recordar la sangre...
Sí, la ascendente derramada.
Atropello a la vida como en otras
en el tiempo de las piedras sobre lozas.
Aferrarme a su historia. No olvidarla.
Hay fuerzas malignas, capases de romper futuros
modificando siempre resultados;
hay ríos fluyendo de las letras
vaciándose de las venas del mundo
a través de los hombres, en presentes y pasados.

Hoy no estoy por mí, les represento;
de repente soy como ellos otro número
de un tronco vivo sin mortaja;
no podría ser menos, renaciendo
del recuerdo fantasma de sus ánimas.
Quiero en este hoy vivo del reposo
dormirme sobre sus pasos 
hacia el mismo pozo de la mente,
en el estertor interior de la memoria...
Juntos en el grito de la palabra ausente
y hasta en el descerrajado cerebro sin olvido.
No hallo otra manera de soltarme de las púas...
De estos lazos de esclava....
Del textil a rayas de sus días...
De mi estrella...
Poniendo ramos y coronas con mi verbo,
pudiendo ser locura que pesa y nunca calla
en horas de su angustia en que morían.
Comprobando, qué nos hace al tacto esdrújulo
de lo que estruja el recurso y no envilece, 
sin desprecia, ni segrega o huye en diáspora
como un número más para ocultarse.
O ese otro, uno más para aferrarse
a la memoria que se duele;
si siendo pueblo en las señales,
se confundió orando en su desgracia
¡y Dios estaba ahí  con sus corderos
y era fiel a su huella sin cábala!

alattkeva-12

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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.

A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...