No se muere aún…
Pero acuso al tiempo ingrato que se pasa sin acariciar el corazón de la selva,
sin sentir el aroma de las jacarandas, meciéndose en el porche de los sentimientos.
Vida, quisiera reposar mi cabeza en tu pecho. Dibujar mi poesía sobre tu piel silenciosa que anhela una caricia verdadera de sus hijos, sin dejarte desnuda de ternura y sí llenarte de mis harapientos poemas de ilusiones. Has sido muy generosa. Deseo ver el vuelo de la luz por tus ojos que son los del Hacedor, conocer el trazo que nos separa de otro tiempo. ¡Ah, me adelanté... y el dolor fue insoportable, vine antes de tiempo llevada por la ansiedad de saber... Transgredí las reglas antes que tú dieras la orden y no pude llegar cuando deseabas, para ser tuya sin enfrentarme a los problemas del mundo material sin estar preparada.
Me extravié en la placidez de mis versos cuando intuí que estabas cerca para vestirme de tus soles y lunas... Y en la transparencia de las palabras me hiciste sentir la calidez del alma de las cosas, me subiste a la veloz auriga que me lleva hacia la historia de otras vidas y, me convertiste en su cítara y rompieron sus cuerdas y ha dejado de sonar.
Pero sigo siendo la niña de cafetales expuesta al peligro de los insectos y otros animales de dos patas...Sigo temiendo a los espíritus de la noche... Sigo jugando con anuros que crea mi mente y no son como los del ayer y con arañas y escorpiones. Pero, lo que más me gusta de mis sueños es arrancar hortalizas de la huerta de mi imaginación para comerlas frescas, colgarme de las lianas y correr descalza por entre los helechos; atravesar a nado los ríos de los sentimientos que me llenan y me inundan de placer... Subirme a las alturas escalando los árboles tentada por los mangos y guayabos, ¡pero son sólo recuerdos que ya no son dulces como esos frutos, ni emocionantes para mi mente ansiosa.
Voy convirtiéndome en un camino de memoria hasta desaparecer al horizonte de mi tiempo, lo sé... y, en la travesía de mi ayer hasta este hoy, sin poder volver a lo tangible de ese mundo que me dejé, cuando mis ascendentes ya no están, colmo mis alegrías pasando el puente prohibidos por el Río de la Vida con mi remar de sueños, porque sé que estabas allí para darme tu llamada de atención. Aun no era la hora del día ni el tiempo que se esperaba, ¡pero sabías quién era, quien venía del ayer a destiempo! Supe del castigo y dolió bastante y enfermé por mi osadía.
-¡Oh Dios, sé que estás ahí...
y siento el vaho de tu respiración
sobre los cristales de mis lentes,
¡deberías hablarme!
Ves mis inconsolables y ardiente lágrimas
que consiguen entorpecer la escritura.
¡Loado seas en el legado de tus fuentes
que se va alejando del mundo conmigo,
bendiciendo tu gracia!
Amado mío, sabré esperar, no lo dudes.
...
Por eso, abánico el aire con mis manos hasta sentir el ayer, el mismo tiempo viejo que se enreda por mis rizos desmoronando una fuente de suspiros en la humedad de mis lágrimas. Vida, sabes que me colgaría de tu cuello como un collar de cuentas de colores para formar el Arco Iris y, erguida, sostendría tu orgullosa cabeza que tanto espera de lo humano. Se entretendría tu arrogancia para mirarte desde los penachos de las montañas, como un prisma de belleza y de promesas redentoras desde tu mirada.
-Y… -¿qué sabes más, dime, de ese más allá donde te hallas?-, sí me sabes en esta pequeñez que no se doblega por mis grises suscitando escalofríos, expuesta siempre a los sinsabores de lo impensable. Llegas a la estación de mi mente, hechura de cuento de hadas en campos minados -como dices, por mis inquietos pasos. Se que te dueles por mi insistencia creciendo lentamente sin quitarme tus alas de luz, las que me pusiste al mirarme aquella tarde mágica, donde acusé al amor por no hibernar mis sueños en ese instante. Porque quisiera verme en su gesto despertando a la vida porque me estoy muriendo en otra, lo sabes.
Mañana, quizá, cuando me haya ido me sorprenda andando de una mano, siendo otro ser diferente al de ahora o, como tú deseas que sea, negándote el placer de acompañarme... porque temes mi tiempo que fue el de marcar el siguiente; pero no quisiera perder la memoria de mi hoy como nunca ha sido. Porque sólo de esta forma recordaré para saber mejor la dirección de este todo que lo fue y lo es, pero ya se llenó de amor aquí, reteniendo su instante nuestras vidas. Porque si no es así seré de la noche vestida de lluvia, como la mañana en que la dirección era única y caminábamos hacia el mismo lugar donde nacimos. ¡Y no temblaba mi brazo y sí mi alma por haberte hallado!
¡Eras tacto de mis manos en la marea de los cabellos, en los ojos de musgo del otoño con la música del agua y la sonrisa embistiendo, como una gran supernova en una pobre estrella enana!
¿Recuerdas?...¡Me amabas y sigues sintiendo lo mismo en esa lejanía y yo igual, eres especial y algo único en el Universo, cómo cambiar la excitación de mis sentimientos agolpados en el pecho cuando cada día te siento dentro de mí! Tú me conoces tanto como los duendes, porque eres vientre de mi tierra y arcilla que me alienta. ¡Cómo negarte el fuego divino en el fulgor tembloroso del amor, el único, el verdadero, el que perdura a través de la eternidad; no hay más diferencias que las que nos da la vida dentro de ella; carne del mundo en su sexo, mujer de guayaba madura despertando de otro ayer de la muerte lenta, que nos separa de las raíces y la corteza del tronco universal, hueso calcinado en la eternidad de la llama que lo aviva... ¡Si cuando cantas a la vida mi alma se esconde para besarse a solas..! ¿Acaso no lo sabes?
Aquí en esta caverna de pensamientos mi lengua se transforma convencida y la osada realidad me lleva a un precipicio, pero bien sabe el Dueño de la misma, que sólo brillo tantas veces como Él decida, para sentir su sentimiento eterno y para aseverar a mis alas de pensamientos que... ¡No se muere aún cuando se quiere, pero sí de amor cuando el nos mata!
Elisa.
8/10
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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.
A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...