En el anhelo quedo
sin decir nada más,
pero me pierdo mejor
en lo inflexible y recto.
Mas, comparo a las piedras
soportando el viento y de lluvia alimentadas
creciendo entre la tierra la sostienen
como endurecidos cimientos naturales,
pero expuestas en camino son tropiezos.
En su dureza golpea el eco de mi grito
como una letanía repetida de sombras contra ellas,
igual que mi inconsciente esdrújulo lee el oráculo
dulcificando el interior de mis entregas,
penetrando en ella como semen
vivificando en clímax hacia la cúspide
del solemne placer de un dios vivo,
sobre el monte improvisado de su silogismo urgente.
En el morral lo mismo de siempre, pan y agua...
Porque aún se lleva la premisa de peregrino y su alimento
y seguirán ardiendo las coronas de unos pechos
conociendo el aroma de lo arcano que presiente
en el abedul, la encina y el castaño,
porque de una rosa aprendemos.
Mas insiste el eco en el silencio del valle
vibra el instrumento pastoril,
gime el aire agitándose en silbidos
y suena la música;
sólo las almas saben leer las vibraciones
desbordándose en cantos como aves.
Elisa en: "Salambó"
sin decir nada más,
pero me pierdo mejor
en lo inflexible y recto.
Mas, comparo a las piedras
soportando el viento y de lluvia alimentadas
creciendo entre la tierra la sostienen
como endurecidos cimientos naturales,
pero expuestas en camino son tropiezos.
En su dureza golpea el eco de mi grito
como una letanía repetida de sombras contra ellas,
igual que mi inconsciente esdrújulo lee el oráculo
dulcificando el interior de mis entregas,
penetrando en ella como semen
vivificando en clímax hacia la cúspide
del solemne placer de un dios vivo,
sobre el monte improvisado de su silogismo urgente.
En el morral lo mismo de siempre, pan y agua...
Porque aún se lleva la premisa de peregrino y su alimento
y seguirán ardiendo las coronas de unos pechos
conociendo el aroma de lo arcano que presiente
en el abedul, la encina y el castaño,
porque de una rosa aprendemos.
Mas insiste el eco en el silencio del valle
vibra el instrumento pastoril,
gime el aire agitándose en silbidos
y suena la música;
sólo las almas saben leer las vibraciones
desbordándose en cantos como aves.
Elisa en: "Salambó"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.
A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...