martes, 25 de septiembre de 2012

Bruñendo mí poesía


Hay sombras que no nos nombran por no asombrar a su sombra.
Foto: alatkeva-12


Luna, no debo dormir si tú no duermes...
Se ha llenado la noche de vacíos
y te veo mi estrella pálida y sombría,
permaneciendo inmóvil en silencio.
¡Se te han caído encima todos los inviernos!

Ya se sienten los pasos del otoño,
las montañas me esperan intranquilas
y se cambian a ocres los castaños
madurando sus frutos en la umbría.
Empezarán los dedos del invierno
a tocar con su llovizna los cristales
de las viejas casonas campesinas
donde el viento mueve los fanales.
Tus ojos ya no miran mi tiempo
en su hechizo que es brisa, no sonríe
al mirar tu cabello alborotado;
y tampoco se mezclan las esferas
compartiendo su energía.

Si un duende me dijera de tus sueños
no habrían estériles madrugadas
esperando un cansancio amanecido.
Y aunque sé qué temes y te angustia...
Seguiré bruñendo de amor mi poesía.
¡No te preguntes aún porque no llueve
cuando naufraga un corazón por la bahía!

Elisa en: "Don Anselmo"

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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.

A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...