sábado, 6 de julio de 2013

...la fe y el amor

Somos bálsamo de servidumbre:
Para llegar donde deseas se dejan las puertas expeditas al pensamiento y cierras sólo las que te lanzan al fondo del abismo, las del pesimismo humano. La libertad de volar no depende sólo de las alas del espíritu libre sino de la luz verdadera que lo atrae, entonces es cuando ves qué nos separa de los hilos de una misma trama.
El tejido de Dios es compacto, firme, uniforme y selectivo porque caben todos los tonos del color de la vida; es bello y luminoso, fuerte, sublime en su tacto y cubertura, deseable y buscado; esplendoroso en su natural glamour y nos distingue a todos cuando amamos y nunca lo rechazamos aceptando su presencia en nosotros, porque liga, une  y estrecha y por eso sabemos qué nos sostiene y nos ayuda a soportar el dolor cuando consigue en su trama tejerse con abrazos.
 Por eso no debes fruncir el ceño ante el desánimo y desconfiar del futuro, el tejido, a veces, necesita lavarse y ponerse a secar y que se airee porque confía en la esperanza. El se renueva si te llenas de su gracia invisible y sabes que estás dentro y fuera de ti cubierta de su magnificencia, pero sin olvidar que para obtener cada instante especial, hay que dar un poco de nosotros a cambio y así consumimos la maravillosa energía de la Vida porque ella fue pacto como un trueque de beneficios. Hay que reflexionar si se supo aprovechar la oportunidad. Pero nunca por dar más debe creerse que se duplica. Porque para dar Amor hay que perder una parte del mismo y a veces todo a favor de otros, sin lamentarse. Es el pago.
La Fe lo restituye en otros bienes que pueden estar cercanos a ti. Sólo así consigues aquéllo que es dominio de tu corazón sin acosar a quien beneficia con su hermoso y deseado regalo. Entonces es la bendita paciencia la que entra en el juego y nos prueba, la que es útil a la ansiedad de los momentos dolorosos; ella curte, marca, libera y se aprende; pues para ser hijos de la Luz hay que evitar deslumbrarse ante lo que nos enceguece del mundo.

 Un abrazo. 
(alattkeva)

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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.

A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...