miércoles, 29 de mayo de 2013

Septuagenaria

Los cansancios del alma son siempre un misterio porque nunca se entiende cómo el cuerpo se mantiene como una peonza en actividad. (alv)
Me gustaría dejar aquí lo que realmente siento en este tiempo de mis setenta y dos años de vida, pues cuando escribimos las palabras tienen una gran misión de quien mentalmente las piensa y procura que así se entiendan, pues tenemos una responsabilidad en la utilidad que damos a lo escrito y manifiesta las necesidades más íntimas del ser humano que son las del alma. Esto sé que se quedará aquí cuando ya no esté.
En estos tiempos de mis años siento paz ante lo que debe ser y como se da en la vida. No intento cambiar nada por mi cuenta porque sufriría en mi interior. El respeto a la vida propia y ajena es muy fuerte y comienza por mí misma y ella toma una dimensión diferente ante el tiempo que me espera como un regalo más, aunque marque la vitalidad que aún mantiene frescas toda necesidad que satisface o se llena, si así se procura por amor.
Pienso que, si somos veraces con nosotros, podremos liberar energía como un boomerang porque ella retorna de nuevo y lo hace con doble fuerza espiritual, o más cuando la  lanzamos. Quiero pensar que altana debe ser la memoria de esta "Ranita Azul" que utiliza su refugio espiritual milagroso la mayor parte de las veces, porque de ello extraigo lo que le pido al Ser que me lo llena.

 En las costas del alma presiento la única luz que se refleja en el mar de mi pensamientos. Es como un faro diseñado por mí misma pero con ayuda del Creador; faro al que me dirijo introinspectivamente y nunca me falta como itinerario seguro en tanto mar revuelto en que se mueve la existencia, pues ante los demás soy un Yo particular que se debe una responsabilidad como ser espiritual que fue antes de ser de la Vida. Porque soy el eje de otras vidas que estuvieron diseñadas para mi experiencia aunque se desvíen de mi camino o del que pienso que es y debe ser el suyo. Son libres para escoger, soy el medio y sólo soy la forma que necesitan para el diseño de su realidad y, somos en su necesidad aún importantes como madres o padres, como lo es en otros una mujer que aún es esposa, madre, abuela y amiga y es así como nos resolvemos tantos seres humanos que como yo, desean cumplir su misión u objetivo en su vida y extraer del mismo y de su positivo periodo vital o del ocio lógico, un mullido cojín de brisas y sentarse en un saliente del inconmensurable y dilatado tiempo... Ver cómo las últimas luces de la existencia dibujan los perfiles de las montañas desde una terraza imaginada, mientras bullen las luces y los ruidos de la vida abajo y arriba con la ciudad a los pies o, es el mar el que hace en las retinas un cardumen de sueños de amor en cada atardecer cuando se mira .
Sentir la vida con responsable hacer enseñando a otros las pincelas fugaces y los trazos emancipados de las sombras cuando les da la luz, es un poco del llamado 'arte del vivir, viendo en ello la necesidad de expresarlo sobre un lienzo, un escrito o simplemente en una conversación que sirve al momento; tal vez esa Luz especial no nos desconozca por tener tantas similitudes que pueden pasmar a las rosas del invierno sin dejar de florecer cada primavera... Y, aunque deje de verlas, conservarán su aroma para siempre en el ambiente cuando no estemos a su lado.  Aprendí mucho de mi madre en este aspecto y a ella le debo mi poca paciencia y agradezco esta afición  de escribir lo que se siente, sólo que ella no tuvo como conocimiento en estos medios del hoy para contarlo a otros.
Foto: Rosa-madre-93 años                                                                                              
No siempre el cuerpo se niega a sentir la vida porque cuanto conoces la misma se sabe la gracia que nos da sentir todo cuanto se nos ha dado con uno más de los sentidos... el sexto, que es el intuitivo y el que nos regala otra savia diferente y forma de ver la existencia. Lo que produce nuestros sentimientos en nuestra química corporal es indescriptible. Se agradece haber pasado por la vida y ganar con ello conocimientos a pesar de los malos momentos que nunca faltan a todo ser humano como al resto de los seres vivos. Constatar que aún sigues siendo fuente de sensibilidad psíquica y física a pesar de los problemas de salud, es una dicha, sin descartar lo que puede acompañar a cierta edad por ser vulnerables a cualquier riesgo imprevisto que influirá en nuestro estado general, por el deterioro de nuestro interior y exterior debido a la oxidación y las limitaciones propias de los desgastes óseos o alteraciones de otro tipo, como es mi caso en el momento. No falta cualquier estorbo que haga torpe la propia realidad o marque diferentes maneras de comportarnos y defendernos de los males ante lo que vamos aprendiendo, así que modificamos pautas de conducta y hábitos. Y, los malos momentos se convierten en parte casual del diario vivir y casi nunca faltan a todos a cualquier edad, para saber qué hay aún por modificar, recordar, saber y aprender sobre la marchas de tantas difíciles  situaciones que sólo sirven a ese aprendizaje si lo observamos con paciencia, porque no todo lo tenemos previsto para liberarnos de inconvenientes y se improvisa sobre la marcha;  ellos nos van advirtiendo qué debemos hacer en cada momento y modificamos nuestra conducta o templamos la realidad, buscando cómo envejecer con cierta calidad de vida libres de situaciones no favorecedoras que no podríamos dominar si se presentan, pero sobre todo con dignidad.

Huelo a sensaciones que nunca había sentido tan cercanas de mis percepciones porque sé quien aprecia y reconoce lo que doy y estoy dando a mi ser. Aromas de la vida que esparce el viento y no me confundo, porque supe ganarme el pastoreo del tiempo y es posible, que este escrito de primavera, sólo sea el heno que llevo a mis espaldas para ese rebaño de sueños que como ovejas de ilusión, convertidas en nubes o neblinas a lo largo de mi camino difuso por donde las ideas brotan o están a punto de florecer, siempre intentan arremolinarse ante mí para no perderme de vista... Y ladra el perro albarraniego... que me acompaña, porque los pensamientos son trashumantes cuando vamos por la vida y hay rediles fijos donde dejamos 'nuestro querido ganado'. Las ideas tienen sentimientos que recogen de quien las escribe con gran cuidado mientras las ciernes. Algunas parecen miedosas ante la forma de enseñarse ante mis ojos y destaca su rebeldía ante mi osadía de dejarlas en los renglones... Otras, se convierten en cómplices de mis sensaciones y lo disfrutan, lo sé porque me hacen sonreír.
Ladera abajo de este mundo interior siempre diviso algún rayo de sol que se atreve a lucirse por última vez, despejando las nieblas que se refugiaban a lo largo de  las cunetas del camino, prefiriendo las hondonadas como neveros frescos para no ser disipadas por la brisa y  esos tímidos rayos de sol que iluminan los sueños de mis tardes. ¡Ah, qué bueno sentirse acompañada de crepúsculos de desvaídos colores de diferentes tonalidades, llenos de nieblas o de ocasos enfebrecidos según haya calentado el sol, porque así es esta soledad del pastoreo y se hace maravillosa disfrutando de lo conocido y llevado dentro! 
  El Faro de mi interior quedará en este mar tranquilo y siempre silencioso de otros veranos,  iluminando la realidad de otros viajeros que no fueron precavidos mientras volvían. habrá suficiente luz para otras generaciones. Se los dejo. Y no olviden que las rosas también florecen en las marismas y en los desiertos, aunque algunas se formen de  arena y tengas la consistencia de un sueño petrificado, quizás por el temor de sentir la savia circulando por sus pétalos o por temer al amor terreno que no es siempre perfecto... Cuando yo muera no quedará más que el aroma de ellas aunque sean de un fenómeno imaginativo y, unos cuantos pétalos esparcidos, harán que desaparezca en la brisa como el polvo del que fui hecha.
Mar, también me pongo triste ante tu inmenso silencio.
A. Elisa Lattke Valencia 

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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.

A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...