Se sienten un trueno galopar rajando la noche con su galopar y la palabras estremecidas se apretujan en un texto. Se hace eco de las tristezas. Ellas tienden a arrinconarse contra el filo de un hierro candente de recuerdos sordos.
Por los acantilados de mi pecho urge desbordarse un entendimiento suicida para beberse el aire de otros vacíos llenos de silencios y dejarse caer . La suelas de los pensamientos nunca gastan mis ideas pero ellas asoman por mis sandalias con sus 'dedos huéspedes', toman asiento por donde ando y les da por escribir poemas; eso sí de mis manos y, de tanto pensar por los sueños andariegos, terminan cansando al mismo texto que esperaban... Huye descalzo un suspiro ante los temerarios pensamientos, se hace canto de ruiseñor en otro lugar de luz y allí me espera menos exaltado.
Taciturnos y desmadejados van los brazos de mis noche después de recoger y amontonar estrellas sobre mi regazo; la luna ruborizada ante tanto dislate prefiere irse a dormir por no ayudarme a colgar de nuevo a las luminarias en su sitio. No entiende tanto atrevimiento, pero no les cuenta a los poetas enamorados cuánto los ama mientras apaga su luz y los deja a oscuras; quizá así no estarían con su tortícolis de siempre mirándola cada noche a ver si aparece.
La añoranza se emborracha con los calostros de la palabras que exprimen la incertidumbre mirando los orondos senos de la Vía Láctea cómo nutre la lejanía de los ausentes. La añoranza me pide a gritos que la llene un vacío y que la dé más amor para sentirse viva, pero se mantiene firme, en silencio y en su sitio pero no se moja... Para dar y recibir, para hacer poesía desde las entrañas hambrientas de sueños tangibles hay que tocar la Vida... -¡No sé si de mí misa, pero me hago la tonta por si la incertidumbre está enamorada y me mosqueo!-
¡Oh misterio de caricias para ocasos de fuego, cómo se diluyen en atardeceres tus nubes de colores llenos de reflejos planetarios! Ellos trazan los caminos de mi vuelta. Sólo el crespón tupido de la noche arropa la ensenada de mi vientre y espera a que se duerma la dicha satisfecha sobre mi vientre desnudo, refugio del ayer donde crecen algas y nadan mariposas mientras los peces de mis ensueños vuelan con sus aletas y dejas a las libélulas mecerse en sus ideas. Sé de mis arrecifes de alegrías donde se zambullen mis palabras y sé de ti, mi amada ilusión, cuando te diviertes entre los brazos de la esperanza y de vez en cuando se te ve la sonrisa.
Un despertar sonámbulo por fin se queda dormido sobre mis párpados y, mirando los azules de su interior, se extasía en lo inmutable del amor al sumergirse en la luz de sus cielos... -¡ah, qué hipócrita si lo hace mientras duermo! La vida bulle en gotas de sangre sobre mis manos agrietadas y adoloridas, hay algo en ellas que me dice con lo que cuenta y lo que está pasando al amor cuando tarda, entonces me quedo dormida sobre el jubón rojo del ocaso que siempre llevo conmigo como una pashmina roja. Siento el rostro de la luna cuando se desempereza al anochecer, pues tiene que hacer guardia... Me quedo mirándolas para ver tu rostro ojeroso tanto como el mío. ¡Tiene cara de viciosa o de amante insatisfecha. Así me quedo dormida abrazada a otro recuerdo.
El tiempo es eco de todo lo que el Amor ha apretujado en una mano, porque Dios también cierra su puño donde guarda lo mejor de nosotros, el Amor.
Sabe, conoce, presiente y siente todo lo bello que he dado y lo sigo sintiendo en mis manos. Aún dibujo el perfil de los sentimientos más hondos y más puros con mi índice sobre la nada de mi tiempo. Todo lo recibido también se contiene en su cuenco y aún me siento llena de ellos y me saben a sal al pasar mi lengua por mis labios. Llevaré ese amor siempre conmigo. ¡Dios!, no sé por qué sigo con la escudilla vacía si todos los días me la llenas de un pensamiento silencioso, pero hace mucho ruido dentro cuando me lo pones en ella! pero sigo estirando mi brazo con mi mano abierta y firme cuando pido lo que me gusta, tiendo mi mano que llenarse espera de un rumor de sueños, sentirte caricia y latido, estar dispuesta a sonreír de nuevo en cada esquina de mi tiempo cuando pase la luna y lo ilumine; porque me encanta el sonido que hace la moneda de plata en el cuenco de Dios cuando la deja caer en el mío, pero no entiendo cómo el ciego sin alma cree que me alegro por el óbolo ajeno, si es el mismo de todos. ¡No verá, acaso, que la escudilla estaba llena de poemas y se los ofrecía! ¡No, no quiero nada gratis, ya está bien de tanto como se me ha dado!
Me muero por saber si mi imaginación ha interrumpido un silencio. Saber si mis palabras enclaustradas y los pasos sobre el largo corredor hacia la capilla de mi interior los has escuchado; y por qué todos los murmullos se han caído al suelo espantados ante mis lágrimas, cuando pasaba corriendo hacia tu pecho. Por eso tengo que ponerme a llorar bajito para que no me escuche mi garganta, no sea que le dé por sollozar y se irrite sin poder gritar... lo que te quiero, lo que te amo; sólo porque ella se empecina en acompañarme hipando todo el rato.
...
¡Ha saltado el gato blanco a mi lado!
¡Luna! ...
¿No te das cuenta lo que necesito?
¡Ya sé que te da temor bajar de mi tejado!
Pero hoy tengo las manos llenas de pétalos rojos,
siento muy dentro que se desnuda una rosa
blanca cuando se entrega;
y el alma entera se me duerme poco a poco,
se debilita dentro.
Si no vuelvo en mí, despiértame mañana
o tal vez dentro de otro siglo.
Por eso te dejo mi abrazo cada noche.
Ya no te pido perdón por quererte.
Elisa en: "Don Anselmo"
10/10