Cuando todo conspira en los susurros
y se alientan los sueños de la luna,
por sus mares bravíos sin olvido
hay ocasos ardientes, tormentosos.
Enarbolan de amor las tristes naves
y las rosas de arena palidecen;
y, si sueltan las lonas a los vientos,
espantando a los negros nubarrones.
¡Ay, Señor, si nos dieses magia blanca
de esas aguas azules, silenciosas,
las tendría besándome los pies!
Se dará la ternura como un éxtasis
en luceros mirándose abismados,
y serán los silencios de mi vuelta.
alattkeva